Sunday, April 30, 2006

We Share Our Mother's Health


We came down from the north
Blue hands and a torch
Red wine and food for free
A possibility

We share our mothers' health
It is what we've been dealt
What's in it for me?
Fine
Then I'll agree

Trees there will be
Apples, fruits maybe
You know what I fear
The end is always near

Say you like it
Say you need it
When you don't

Looking better
Shining brighter
Than you do

We Share Our Mother's Health - The Knife

Thursday, April 20, 2006

Holy Friday!!!









Yeah, that's right! Y la pasamos nada más y nada menos que en Los Haitises! El viaje fue muy cool. Duró unas 5 horas. Partimos justo a las 12 del medio día, luego de una hora de espera. Cruzar la masa de agua salada que nos separaba de Sánchez y Los Haitises nos tomo unos 40 minutos. Las 5 horas que duró el tours fue debido a la cantidad de kilómetros que abarca todo el Parque Nacional. Visitamos 3 cuevas bien grandes, La Cueva de San Gabriel, La Cueva de la Línea, y La Cueva de Arena. Todo fue muy interesante. En las cuevas habían pictografías taínas. Algunas parecían falsas, otras eran mas convincentes. Vi el habitat de tijeretas, gaviotas y garzas. También aprendí el verdadero nombre de unas aves que hasta aquel entonces les llamaba Pelícanos(por su parentesco con estos): Alcatraz. Otra cosa interesante de la que me enteré fue de dónde salió el mito de las ciguapas, y que los manglares crecen donde hay agua salobre(salada y dulce ligada, como la desenbocadura de un río en el mar). Todo esto fue posible gracias a la nave que nos transportaba de un lugar a otro. Era una yola mas o menos como las que usan para llegar a Puerto Rico. Aunque Chelo, nuestro capitán(coductor de la yola), y Luis, nuestro guía turístico(parecia más un pescador que conocia la zona) insistieron que nunca accederían a cruzar el canal de La Mona, y que nunca lo habian hecho. Sí confirmaron que el viaje a Borinquen se tomaría unas 24 horas.
Mientras papi, Keylen y yo conocíamos esa parte inhabitada de nuestra tierra, el sol parecía tratar de conocer mejor el tejido de nuestras pieles. Durante tanto tiempo viendo islitas, cayos y cuevas, lo que no vimos fue una playa donde pudiesemos bañarnos un rato. Cuando Chelo y Luis supieron que todos en el tours queríamos hacer eso, entonces decidieron finalizar el viaje haciendo una parada en una playa llamada Garitas. Era una playa pública y había mucha gente en ella, pero al menos no parecía Boca Chica(como he oído de Cabarete). Cuando llegamos aquí, eran casi las 5 de la tarde y la luz solar ya habia hecho bien su trabajo, aunque nadie lo percibía. Las 6 personas que conformabamos el tours nos lanzamos al agua desde la embarcación. El agua estaba tibia y la sal se sentía más en nuestras caras irritadas que en nuestros paladares alcoholizados por Presidente de lata. Despues de algunos 15 minutos de haber estando aliviando el calor de todo el día, la ligera brisa se empezó a sentir fría. Al unisono todos decidimos marcharnos.
Cuando finalmente llegamos al lugar de donde habíamos salido, eran ya las 5 y algo. Hambrientos y quemados, también estabamos cansados. El recorrido de Sánchez a San Francisco fue más corto que el contrario, lo cual se me hizo bastante raro, juzgando lo cansado que estabamos al salir. Quizas se debió a la resaca que tenía en la mañana cuando me despertaron para irnos a Samaná, que era nuestro destino original.
Bueno, si sigo escribiendo de ese día no termino. El recuento de todo es que yo casi no me quemé. Pero Keylen y papi estan todavía botando el pellejo, casi 1 semana después. A Keylen el domingo le salieron ampollas en los hombros, como si le hubiesen pegado un muffler. Hubo hasta que consultar con el dermatólogo.
Ya saben, si se animan a ir a Los Haitises llevense un sombrero y vayan en mangas largas. Y embarrense todo el sunblock que puedan.

Friday, April 07, 2006

Oh, plastic night...

La noche del 1 de abril... qué noche, esa noche. Todo el día esperandola. Los nervios eran de ansias, y la espera valió la pena. Cada camino terminaba en el mismo lugar, llevando a todos al mismo propósito. Una cueva. Una corriente musical. La multitud.
Eran alrededor de las 12 cuando nos dirigiamos hacia la Guácara Taína. Para ese momento ya albergaba suficientes amigos en sus entrañas de rocas derretidas. Avanzando en mi carro por la Avenida de la Salud íbamos Mario, Willy, Clary y yo. A un poco de distancia se divisaba la fila de carros y las luces que nos recordaban el acontecimiento a presenciar, asi que me apresuro a buscar parqueo. Justo cuando encuentro uno, encuentro tambien a 2 personas que pacientemente nos esperaban: Keylen y Enrique. Ya todos reunidos, nos dirigimos al hoyo, ahí donde la noche no tiene horas.
Estando mi impaciencia agradecida, tubimos la suerte de no encontrar fila; solo nos retrasaba la vasta y minuciosa revisión de seguridad. Habiendo salido libre, velozmente comenzamos a bajar escalones. El resonar del hueco que intentaba tragarme me decia que prosiguiera. Las paredes de piedra goteante se encargaron de guiar mi camino hasta el fondo.
Luces, cámaras y acción. Era todo lo que estaba a la vista. El sonido no era visible más que para el alma. Las vibraciones rítmicas satisfacían el resto de mis sentidos. Poco despues de asentarme en un lugar visual y territorialmente comodo, es cuando empezó todo. Estratégicamente cerca del bar, y no tan lejos de la cabina del dj, disfrutaba cada sorbo de música tanto como disfrutaba cada sonido clarificado por mi trago.
Poco despues de ver qué tan bien puede manifestarse un dj local como Karlanton, tomó el control Richie Hawtin. Cáda pieza de música era una obra que suplantaba la anterior con más furor. Las bocinas gritaban con desespero su necesidad de verte mover, y Hawtin era el total responsable. Esa noche el minimalismo no se hacía responsable de su tendencia, y se las ingeniaba para que sólo nos percataramos de su presencia. Dominaba los cuerpos rendidos ante él, y con ayuda del alcohol, sólo rendidos ante él. Por 3 horas la historia se repetía, una y otra vez. Cáda vez más significativamente. Nunca esperando el fin. Cuando sin previo aviso, llegó.
Con niveles químicamente peligrosos en el torrente de cada persona presente, Karlanton retomó el liderazgo. Recuerdo cuando Hawtin pasó justo a mi lado y fue cuando me di cuenta que ya no era él quien tocaba. Paulatinamente las masas tomaron un compás más reservado. Ya se avecinaba el contacto con el mundo exterior. Era hora de empezar a empacar... para algunos.
Finalmente la música se detuvo como si hubiesen halado del enchufe. Todo el mundo se miraba mientras se oía un murmullo estruendoso. Al mismo tiempo el tomulto se dirigía hacia la salida. Afuera, el sol hacía de las suyas. Había despertado todo un nuevo día y aquel hoyo escupía una multitud místicamente desvelada. Era hora de hacer algo más.
Sin saber como algunos llegaron a sus casas, yo me dirigí a la mia. Pero no era hora de dormir. Me pongo mis baggies, mis chanclas y a la carga!... una vez más. Como era de esperarse, Enrique toma el volante, todo para enfrentarse a una carretera que si me preguntan, no la recuerdo. De aquí en adelante mis fugaces remembranzas incluyen a Nadia, algo de sol, arena y playa; chancletas rotas, golpes estrapitosos en las manos y rodillas, y la triunfante subida de la escalera de mi casa al haber llegado sano y salvo. Preguntenle a los demás como, porque yo no lo se.